Somos energía. Nuestra composición está hecha de electrones, protones, neutrones organizados en átomos. Estos forman moléculas que a su vez componen los distintos sistemas de nuestro cuerpo. Somos tremendamente complejos, no somos conscientes de ello. Cada instante, ahora mismo, el sistema respiratorio, el circulatorio, endocrino, nervioso, linfático, esquelético, digestivo, muscular, urinario, etc,... están activos y funcionan perfectamente. Por otra parte está el aparato psíquico, que a través de los cinco sentidos, vista, oído, tacto, gusto y olfato, está adquiriendo informaciones del entorno (son lo que llamamos las impresiones) y las procesa a una velocidad extraordinaria, todo esto después produce activaciones y reacciones psíquicas, emocionales y motoras en nuestro mundo interior.
En este párrafo anterior hemos explicado lo que es de una enorme complejidad llegar a comprender bien. No es lo mismo saber, conocer, que comprender. Comprender requiere de la ayuda de la reflexión y la toma de conciencia. Saber y conocer es algo meramente intelectual y mecánico, que además no comporta ningún tipo de cambio en la vida de una persona. Por lo contrario cuando una persona comprende que algo le hace daño o le sienta mal sí que puede cambiar ese hábito o costumbre negativa. He aquí la gran diferencia.
La diferencia está en que cuando vemos esta complejidad de sistemas en nuestro cuerpo y empezamos a observarnos bien, nos damos cuenta que la energía entra a través de los alimentos y el aire y se consume a través del psiquismo. Todo lo que ingerimos lo gastamos. Sí, tal como leemos, es el psiquismo el gran consumidor de nuestra energía. Piénsalo un momento: ¿como gastas tu energía? Lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos diariamente, de momento en momento consume la energía que está en nuestro cuerpo (aquí tenemos que añadir solo un elemento mas que consume: el metabolismo corporal, que es automático y no depende de nuestra psique). Nuestros deseos y reacciones, emociones y pensamientos son los que activan el cuerpo y hacen que este, poco a poco o a grandes dosis vaya consumiendo la energía que nosotros tenemos. A veces una explosión de ira nos deja exhaustos porque realmente puede consumir más energía en unos minutos que lo que gastamos en un día de trabajo.