miércoles, 22 de octubre de 2014

Acerca de juzgar al prójimo

Por Nicolae Steinhard
Cuando alguien consigue hacer algo que le ha exigido mucho esfuerzo, dentro de el empieza a trabajar la soberbia. El que adelgaza, mira con desprecio a los que son gordos y aquel que ha renunciado a fumar mira con desprecio al que todavía tiene el vicio de fumar. Si uno consigue controlar su deseo sexual mira con desprecio y soberbia al que todavía tiene el pecado y se esfuerza, pero su instinto lo traiciona. Lo que conseguimos nos puede ensuciar más que el pecado mismo. Lo que obtenemos puede golpearnos en la cabeza, nos puede revolver tanto las emociones que se nos llene el corazón de veneno.

El dinero que recibimos nos puede hacer arrogantes y codiciosos, así como también el éxito nos puede hundir en el abismo más terrible del pecado humano. El camino hacia el amor se estrecha cuando miramos hacia los demás desde la altura de los buitres en pleno vuelo. La ternura del corazón se seca en la rama del desprecio, del odio y de la soberbia, si el alma no está preparada para recibir el éxito con la modestia y la gracia de una flor. Todo lo que conseguimos para nosotros y nos da energía tiene como propósito direccionarlo hacia los que todavía se debaten en el sufrimiento y en el pecado.

comprende tu naturaleza

Nuestros ojos no son hechos para despreciar, sino para expresar con ellos la cara del amor que se esfuerza por salir de nuestros corazones. Los éxitos no son para pavonearse, orgullecerse, sino para transformarlos en amor, crecimiento personal y dedicación hacia los demás.


Si reprimes el hambre cuando ayunas, el hambre se hace cada vez mayor. Tu mente soñará comidas gustosas y exquisitas, la mente sentirá los olores más apetitosos incluso en el sueño, para que al día siguiente, enloquecida de frustración compense su falta con un desprecio desafiante hacia aquel que no ayuna. Entonces el ayuno se convierte en ocasión para mostrar la soberbia, expresar el orgullo y la victoria presuntuosa sobre el apetito. Pero más allá de todo esto, la soberbia sigue siendo la soberbia, y el sentimiento de frustración lo confirma.

Si has tenido éxito en la vida, no mires al fracaso del otro, para no despertar en ti el gusano feroz del orgullo y el deseo de la vanidad. El éxito es la energía del amor y de tus capacidades de aceptar la vida, pero ella no queda inmóvil, no es como una montaña o como un océano. El engreimiento y la soberbia del éxito te bajan, poco a poco de tu pedestal, porque ellos diseñan en el cielo de tu vida eventos específicos.

¡Adelgaza, goza y calla! ¡Deja de fumar, goza y calla! ¡Limpia tu patio, goza de la limpieza y deja la basura de tu vecino donde el mismo la ha dejado! Porqué entre tu vecino y la basura de su patio hay una relación escondida, unas emociones que tu no conoces, sentimientos que nunca adivinarás y causas que posiblemente quedarán escondidas de tu mente y tu corazón. Entre el gordo y su grasa hay una relación escondida. Un acuerdo. Un secreto. Un sentimiento incomprendido. Una emoción no consumada. Un amor rechazado. La grasa es el profesor del gordo. El vicio es el profesor del vicioso. Y en nuestra vida no hay profesores más severos que nuestras incapacidades y vicios.

Ahora se que cualquier odio, rechazo, recuerdo de algo malo, cualquier falta de compasión, comprensión, buena voluntad, simpatía, cualquier comportamiento nuestro con los demás, que no tiene la gracia y la ternura de un minueto de Mozart, es un pecado y una inmundicia; no solamente el crimen, herir, pegar, robar, insultar, rechazar, pero también cualquier vulgaridad, desconsideración, cualquier mala intención, cualquier desprecio, cualquier mala disposición es del diablo y lo estropea todo.


Ahora lo se, lo he comprendido yo también...



                                                                                             Observar lo que hacemos, pensamos, sentimos
 es básico para autoconocernos.

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