La grandiosidad del universo nos embarga y sobrecoge cuando
intentamos comprenderlo. Nos hace sentir pequeños e indefensos ante su
inmensidad. Todo, absolutamente todo, ha salido del mismo sitio, de un mismo
punto originario: del Big bang de la ciencia, del cero pitagórico, del Theos
griego, del Absoluto cabalístico o del Ser divino… que lo ha generado todo.
Nadie podrá negar que en la creación no hay orden, está
regida por leyes exactas, el peso, número y medida lo rigen todo y esto nos
permite comprender que hay inteligencia, conciencia en todo ese ámbito cósmico. Los científicos aún se preguntan hoy en día como puede ser que todo se pueda explicar tan perfectamente a través de las matemáticas y la física. Nosotros, los seres humanos tenemos conciencia, esto nos permite llegar a tener auto conciencia plena de nosotros mismos y del universo. Nos demuestra, sin duda alguna, lo dicho por los filósofos de la antigüedad, el Todo, el mundo está constituido por materia, energía y conciencia (espíritu).
La conciencia como capacidad de percepción no es un recurso
solo del ser humano. La biología sabe que los animales también disponen de
ella, e incluso
en ciertas áreas es más extensa y profunda que la del propio
ser humano. La mecánica cuántica habla de “conciencia” en el comportamiento de
ciertas partículas subatómicas. No entraremos ahora en la descripción de todos
estos detalles, no es el objetivo del artículo presente. Baste solo decir que
la ciencia cuando más explora y más conoce, más se sorprende de la complejidad
y perfección que hay en todo. Lo pueden cuantificar pero no son capaces de
comprender la razón de todo lo que existe, ni la armonía y orden que hay. Solo
basta mirar los documentales científicos y avances que aparecen cada día para
verificarlo.
La cábala gnóstica sintéticamente narra lo que otros explican
con gran complejidad de datos. El cero primordial, el Ain da origen a todo y de
él emanan las chispas monádicas, las chispas de vida, que se van manifestando en
cada
uno de los sefirots, zonas o dimensiones del universo. Se van desdoblando
de arriba hacia abajo, de lo más espiritual o sutil a lo más material y grosero
hasta llegar a crearlo todo, por complejo que ello sea. Hasta llegar ese
proceso al sephirot Malchut, el mundo físico, la de cristalización de la
materia que es lo más denso. Parece un cuento de niños, es simple y complejo a
la vez, pero es lo que la ciencia está llamando hoy en día la
hiperdimensionalidad del espacio y aun no se lo pueden explicar del todo, es
solo la formulación de otra teoría como la del big bang o la de la evolución
darwinista. Al igual que ocurrió hace 500 años atrás cuando no admitían que la
tierra era redonda, pues no lo podía tampoco explicar ni demostrar. Hay teorías
científicas que se pueden demostrar y otras no, pues son falsas. Pero lo cierto
es que las que consiguen ser verificadas van confirmando las filosofías
cosmogénicas de la antigüedad.
La hiperdimensionalidad del universo |
Decimos que la materia es densa pero hoy sabemos, como
mencionó antaño la filosofía budista y los milenarios vedas, que la materia
está vacía. Entre las partículas de un mismo átomo hay una inmensa distancia y
entre los átomos también. Lo que hace que en sí, lo propiamente material, sea
infinitesimal ante el volumen que ocupa. Aun es más complejo el tema pues no se
sabe qué materia o energía es la que ocupa ese espacio vacío entre átomos; ni
tampoco se conoce cuál es la materia o energía que existe en el universo, entre
las galaxias, entre los mundos, entre los cientos y miles de estrellas,
planetas y asteroides del universo. Los científicos a ese 94 % de la materia y
energía del universo que aún desconocemos le llaman energía obscura y materia
obscura. Si, actualmente solo conocemos
el 5-6 % de la energía y materia del universo.
Las facultades de la conciencia son múltiples |
Demos un paso más. Se habla de vivir el momento, el presente
conscientemente para a través de esto autoconocernos mejor. Bien, tiene dos
partes interesantes esta filosofía de vivir el presente. Al contrario de lo que
algunos creen no es dejarse llevar por el egoísmo o los deseos que tengamos en
ese momento y dejar rienda suelta a nuestras compulsiones.
Lo primero, vivir el presente es importante, si no vivimos el
presente nos vamos al pasado o al futuro cosa que es muy habitual. Nos
preocupamos por lo que vendrá (de ahí puede nacer el estrés… que nos absorbe) o
nos culpamos, arrepentimos por lo que paso (de ahí pueden nacer las
depresiones, etc. que también va absorbernos psicológicamente) y dejamos de
estar presentes, no vivimos conscientes. Estamos en un lugar con el cuerpo
físico y con la mente y las emociones estamos en otro, es una disociación y no
podemos vivir de forma equilibrada el presente.
En segundo lugar si vivimos el presente, conscientemente, con
plenitud de atención y concentración en todo lo que pasa dentro y fuera de
nosotros, sin preconceptos, sin identificaciones, etc, cosa que es muy difícil
de hacer, pero si lo conseguimos, entonces podemos
empezar a desarrollar la percepción de la presencia de esa energía primordial
creadora, ya que nosotros y todo lo que nos rodea proviene de ella. Está en
todo y en todos nosotros. Esto es muy difícil, el ser humano tiene una
psicología particular muy compleja que le hace constantemente pensar, sentir,
identificarse con las cosas del exterior. Al no tener paz y armonía interior
para percibir esa presencia, para abrir esos sentidos interiores de percepción,
es cuando decimos que no existe. En realidad son los límites
que tenemos que no nos permiten experimentarlo. Vicente Ferrer que dedicó su
vida a la ayuda humanitaria en Anantapur, India, a ese todo, a esa energía le
llamaba la providencia.
La oración, con toda la diversidad cultural de ellas que
existen, y la meditación son dos técnicas, dos recursos que utilizan y han
utilizado todas las culturas para que el ser humano se ayude a sí mismo. Ayudan
a calmar su interior y acercarse a esa percepción. Unos la viven como una
experiencia mística extraordinaria en la cual experimentan por un tiempo una
sensación o experiencia extraordinaria de esa presencia del cero, del ser, de
dios o del universo... cada uno después según sus creencias lo interpreta, pero
es lo mismo. Otros la viven como una experiencia que les da luz, comprensión de
elementos de la vida, plenitud, paz, armonía,…
Esas dos prácticas sirven para sintonizar el cuerpo, las
emociones y la mente, para poder capturar lo que siempre existe a nuestro
alrededor, por encima y dentro de nosotros... la presencia de esa energía creadora
universal. Tenemos que sintonizarnos con ella al igual que hace un aparato de
radio, sino tenemos la armonía que necesitamos, no captamos las ondas sutiles
de esa energía que nos impregna. Al igual que cuando estamos enfadados,
resentidos, con ira, no sentimos la energía, los sentimientos de cariño y amor
de los seres queridos que nos rodean. Es así de sencillo. ¿No te ha pasado
nunca?
Orar y meditar para reconocer la conciencia |
Si no tenemos un estado interior adecuado, no percibiremos
nunca nada, nuestro estado hace que nuestro radar este inoperativo. Las
preocupaciones ante un problema, la ira, el resentimiento, la envidia, el
descontento con todo y con todos, un simple enfado o estar distraídos en
cualquier deseo no nos permite tener ni un momento de paz... ni un momento de
armonía y sin esto no podemos conectarnos ni con nuestra vida íntima, ni con la
presencia universal de vida en todo. Si estamos en desarmonía interior, ¿cómo
percibiremos lo exterior?, la respuesta es: mal, peor de lo que en realidad es,
lo sentiremos todo agresivo... negativo, nada nos parecerá bonito, ni
agradable...
Un ejemplo que nos puede ayudar a orientarnos en este
sentido. Un día pasando el aspirador por la casa, al llegar a una mesita de
noche vimos polvo en ella, desconectamos el tubo principal del aspirador y en
vez de poner el cepillo para muebles, con el mismo tubo lo pasamos por la
superficie del mueble. El resultado no se hizo esperar, sacamos el polvo pero
la mesita quedó rayada por la presión del tubo sobre la superficie. Seguro que
tenía solución, se podría sacar después con un líquido abrillantador, pero esto
no es más que la excusa para decir que tenía solución. Un familiar se acercó y
viendo la superficie rayada, pregunto: ¿cuándo aspirabais lo hicisteis con
amor? sin esperar respuesta se fue, siguió con sus quehaceres. Nos quedamos
parados, pensando, preguntándonos cual era nuestra actitud en la acción de
pasar el aspirador y el grado de conciencia. No, no era la actitud adecuada, se
tenía que pasar el aspirador, era como una obligación o imposición propia y lo
hicimos. El estado interior era ese, no había cariño, conciencia en el acto. No
nos sentíamos en armonía con lo que hacíamos ni con el medio. No era una
situación de desprecio tampoco, pues cada semana lo hacíamos, pero se podía
refinar más, elevar esa experiencia para darle una nota de más conciencia y
hacerlo con más armonía interior... para poder llegar a disfruta del trabajo, como
de un momento único con uno mismo y con el entorno. Si así lo hiciéramos todo,
posiblemente que sentiríamos más la
presencia a lo largo de nuestras vidas. Nos iríamos sensibilizando hasta
tal extremo que llegaríamos a ser auténticos místicos de la vida, casi experimentando
un éxtasis continuo en todo lo que hiciéramos.
Creer o no creer no es lo importante. Experimentar nos sacará
de toda duda. Tenemos más capacidades internas de las que nos imaginamos y de
las que nos han enseñado. Con la educación que hemos recibido nos han limitado
la mayor parte de las veces. Tenemos una conciencia que si la desarrollamos,
nos permitirá vivir más profundamente nuestra vida y percibir energías,
emociones y la vida que nos rodea en toda su extensión. Atrévete, investiga y
conócete.
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