jueves, 9 de abril de 2015

Del síndrome de estrés postraumático al vacio iluminador.


Del síndrome o trastorno de estrés postraumático se habla mucho en la actualidad, dado que  nuestro mundo cada vez está más convulsionado. Este tema se ha estudiado profundamente y vamos ahora a verlo desde otra vertiente. Somos seres sociales y entablamos muchos tipos de relaciones con el entorno. El estrés postraumático viene a romper todas estas relaciones y lo hace sin avisar, irrumpe como un huracán en nuestras vidas.

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El síndrome de estrés postraumático es un trastorno psicológico que aparece en personas que han vivido un episodio dramático en su vida (secuestro, atentado terrorista, accidente grave,  muerte violenta de un familiar... guerra). Hay que observar que no se incluyen dentro de estos desencadenantes situaciones difíciles, pero propias de la vida “normal”, como un divorcio, la muerte de un ser querido, enfermedad, conflictos familiares o reveses económicos. Aun cuando estos últimos también podrían desencadenar problemas parecidos si la persona no tiene los recursos internos suficientes para superar este tipo de crisis. 

La persona que sufre un episodio dramático fuerte, padece en cuestión de segundos un cambio radical en su vida, todo cambia. Como consecuencia se produce una desubicación espacial, psicológica, social, familiar y corporal. Todas sus referencias en la vida se rompen como un espejo que cae al suelo.

Esto provoca una situación de caos psicológico enorme y queda la persona desconcertada, sin referencias, desconectada de su entorno más cercano.
Este blog no es médico, solo queremos hacer reflexionar en relación a este tema y dar un enfoque un tanto nuevo al efecto psicológico que viven las personas que lo sufren y a las cuales se les trata como víctimas, porque lo sufren a expensas de su voluntad.

El ser humano tiene un sistema de valores y referencias cotidiano que le dan seguridad, estabilidad, una cierta comodidad o confort en la vida y en el lugar donde vive. Cuando algo en el entorno cambia radicalmente, empieza un disconfort; cuando el cambio es producido por un hecho dramático, así mismo se torna dramática la situación que vive internamente.
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Cada uno de nosotros desde que nacemos hasta que morimos tenemos unas necesidades básicas, como la de recibir afecto, alimentos, seguridad, reconocimiento, etc. Cuando estas necesidades las requerimos y no las recibimos en la infancia se inician los traumas. 

Al hacernos adultos estas necesidades y estas relaciones con el entorno se vuelven más complejas y amplias. Dependiendo de la personalidad y de los recursos de cada uno, estas relaciones se hacen más amplias y extensas o se limitan más a un entorno muy cercano. Por ejemplo un artista necesita el reconocimiento del público al que se dirige mientras que un niño solo necesita el de sus padres.

En caso de un episodio dramático lo podremos resolver mejor o peor según nuestras capacidades, y experiencias anteriores en la vida. Todo esto nos da una sabiduría interior, una capacidad de comprender, de transformar y de superar esas situaciones traumáticas.

Cuando las necesidades básicas no se sienten satisfechas y somos incapaces de trascenderlas, nace la insatisfacción y el deseo de verlas cumplidas. Empiezan las reacciones paliativas para complementar esta insatisfacción y pueden iniciarse también las respuestas desadaptativas (agresividad, impulsividad, incoherencia, crueldad, egoísmo, rencor, negatividad, frustración, huidas a través del alcohol, …).

Psicológicamente hablando esas sensaciones de insatisfacción son sentidas internamente porque hay algún ego (estado psicológico) que no se siente complacido. Ahí deberíamos preguntarnos ¿por qué me siento mal? ¿qué estado está insatisfecho? para comprender y neutralizar esa insatisfacción. Pero habitualmente intentamos resolverla, buscamos satisfacerla o de lo contrario no nos sentimos bien. Esa sensación de insatisfacción, no es nuestra sino que nos la hace sentir el estado psicológico, el ego. Esta afirmación nos parecerá contradictoria pero solo podremos comprenderla si lo observamos en nosotros, si lo experimentamos. La mayor parte del tiempo vivimos casados, identificados con nuestros propis sentimientos y estados emocionales. Lo que nos hacen sentir, es lo que sentimos. Pero esto no debería ser así si realmente queremos ser conscientes y libres.

Tengamos en cuenta que siempre que tengo un deseo y lo complazco: me siento bien!. De lo contrario me siento mal. Para sentirnos bien intentamos realizar todos nuestros deseos; los que no, sino tenemos conciencia plena, quedan como un sentimiento de frustración dentro y así se acumulan las dosis de insatisfacción dentro. Me siento mal cuando algo o alguien toca mis fueros internos, mis egos, o no hace lo que yo quiero, o me lleva la contraria. Estamos en un mundo de relaciones en las que  si no hay conciencia plena, control y comprensión actuamos mecánicamente y la mecanicidad se mueve en la dualidad del deseo (sentirme bien o mal) y en cómo darle satisfacción.

Todo esto que estamos hablando afecta al ego, a nuestros estados psicológicos, a la estructura psicológica que sustenta a la persona. ¿Quién es el que no se adapta? ¿Quién es el que no se siente satisfecho? Es el ego de la persona, es un estado psicológico o varios de la persona que se pueden aislar y observar. Si no se observa y no tomamos conciencia de él, generará nuevos deseos para satisfacer, cual puede ser la venganza, el resentimiento, la culpa, la envidia, la agresividad, la violencia hacia uno o hacia los otros, etc… y estos a su vez moverán nuevas historias y elementos en nuestra mente y generan nuevas emociones. Es un círculo vicioso del que solo nos puede sacar la conciencia, la autoconciencia y el reconocimiento de nuestra realidad.

¿Qué sucede en el estrés postraumático? Que el ego, la psiquis de la persona que lo sufre se queda sin ningún tipo de apoyo ni referencia conocida… y entran en juego un sin fin de inseguridades y miedos ¿Cómo no se va  sentir mal? Es como que nos sacan de nuestro mundo donde todo estaba encajado a la perfección y nos ponen en otro planeta. Nos entra un vértigo, una inseguridad, una angustia, estrés y ansiedad fuera de lo normal, además que las imágenes del trauma impactan fuertemente la psiquis y se reviven una y otra vez intentando comprenderlas. Hay que empezar desde cero a tomar nuevas referencias, seguridades, confort... en la nueva situación, y esto lleva tiempo… a veces mucho tiempo. Hay que reconstruir desde cero.

En la técnica de la meditación hay personas que buscan la experiencia del vacío  iluminador o el éxtasis. Buscan experimentar la realidad en ausencia del ego, con plenitud y quietud interior. Quieren enfrentar esta misma situación que se produce en la situación traumática pero sin que se lo produzca nada exterior, experimentan la realidad en ausencia del ego, sin ninguna referencia que no sea la experimentación consciente de esa nueva realidad. En muchas ocasiones acaban enfrentándose a sus propios miedos,síndrome de estrés postraumático
porque la experiencia puede ser tan fuerte y desorientadora que no la comprenden aun cuando la buscan. Para el meditador esa experiencia es transitoria y pasajera, cosa que no pasa al enfrentarse al estrés o schock postraumático, en la que la víctima va a experimentar algo totalmente nuevo, diferente y sin referencias, donde el ego se sentirá dislocado y desubicado, pero no lo buscaba ni lo deseaba experimentar. El meditador intenta vivirlo con la conciencia activa sin que le impacte tanto, debería estar más preparado para ello. 

Experiencias similares obtenidas a través de realidades muy dispares. Unos la buscan por anhelos espirituales, otros se la encuentran de forma accidental y les producen un trauma difícil de gestionar. La vivencia tiene unas ciertas similitudes pero como la digieren y canalizan es radicalmente distinto.

Somos animales que nos relacionamos y nos vinculamos con el entorno; cambiar estas estructuras y formas de vivir de forma radical sin que nos produzca un efecto negativo requeriría comprender muy bien nuestra psicología y la temporalidad de la existencia.

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